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Persuasión
Coaching de oratoria
Como ya habrás deducido, no estoy de acuerdo con que se trate de una habilidad innata. Medio en broma, medio en serio, suelo decir que la culpa de que algunas personas piensen así la tienen el cine y las series de televisión.
No importa cuál sea tu género preferido (acción, aventuras, comedia, romántico, etc.), siempre resulta asombroso comprobar cómo TODOS los personajes son capaces de expresarse de manera clara, directa y conmovedora. Piensa en tu serie favorita. ¿Eres capaz de recordar algún personaje que se trabe o aturulle al lanzar una diatriba de alto voltaje emocional? Yo tampoco. Siempre les sale de carrerilla, sin ningún esfuerzo. ¿Cuántas veces los ves dudar sobre su próxima frase entre umhs y ems? Nunca.
Por si esto no fuera suficiente, todos cuentan con una asombrosa capacidad de persuasión: en una conversación de dos minutos son capaces de conseguir que hasta el personaje más obcecado de la película vea finalmente la luz. De manera completamente “improvisada”, encuentran las palabras y el enfoque necesarios para acertar con la tecla emocional del otro y lograr un cambio radical de opinión, actitud o comportamiento.

Persuasión espontánea
Grey’s Anatomy
¿Quieres ver el colmo de la persuasión en el cine? Aquí tienes uno de mis ejemplos preferidos: la arenga de Aragorn a los “hombres de Gondor y Rohan”, antes de la batalla final ante la Puerta Negra de Mordor (sí, soy una friki de El Señor de los Anillos).
Aragorn se da cuenta de que sus huestes están a punto de salir corriendo ante el inminente enfrentamiento con los aterradores y feísimos orcos del Señor Oscuro, que además llevan meses armándose hasta los dientes. Primero pide a los guerreros (con un batiburrillo de hombres, elfos, enanos y hobbits en primera línea) que mantengan la posición, en plan «un segundo, que tengo algo que decir».
A continuación, hilvana un inspirado discurso con el que logra convencerlos de que “hoy no es ese día”, en el que los valores por los que siempre han luchado van a desaparecer. Y ¡tachán! ahí que se lanzan todos llenos de coraje a dejarse masacrar por los orcos. Suerte que Sam y Frodo llegan al Monte del Destino en el último minutito…
Como las películas y series de TV son espacios de entretenimiento, la mayoría nos limitamos a disfrutarlas sin pensar. El discurso de Aragorn nos emociona tanto como a los guerreros de Gondor, con la ventaja de que no tenemos que movernos de la seguridad del sofá.
Lo que se nos pasa por alto (en esta y en tantas otras películas con personajes inesperadamente persuasivos) es que esa elocuencia no se improvisa. Detrás siempre hay guionistas expertos que dedican mucho tiempo a seleccionar ideas y palabras, y a darles forma para lograr el impacto deseado.
Detrás de la elocuencia y la capacidad de persuasión de nuestros personajes favoritos hay horas de preparación sobre el papel: estructura, ideas, selección de palabras, recursos estilísticos… Solo después llega el momento de la «actuación».
¿Qué significa esto? Que tú tienes la misma capacidad que Aragorn para motivar, movilizar y conectar con tu público. La diferencia es que, en tu caso, tendrás que ser tu propio guionista. Lo creas o no, generar ese tipo de impacto está a tu alcance, con entrenamiento y práctica.

¿Por qué pensar que la oratoria es un don innato es una creencia perjudicial? Porque reduce o anula la motivación necesaria para mejorar: si piensas que “no has nacido con el don de la palabra”, es poco probable que te animes a dar los pasos necesarios para llevar tu oratoria hasta los niveles de los que realmente eres capaz… ¡que son muy superiores a lo que imaginas!
AVISO A NAVEGANTES: Las series y películas, obviamente, no son la única razón por la que muchas personas todavía creen que hablar con elocuencia es algo natural y congénito. En próximos artículos analizaremos algunas creencias discutibles sobre lo que es y no es la buena oratoria.
Si eres de los que se sienten una excesiva admiración por el carisma de los presuntos “oradores de nacimiento”, me gustaría conocer tu opinión: ¿Qué experiencias o creencias te llevan a suponer que tú no puedes alcanzar los mismos niveles de expresividad y eficacia comunicativa?
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Muy buen artículo y sin duda te hace reflexionar sobre algo que sabemos todos, pero que nunca nos hemos parado a meditarlo.
¡Así es, Vero! En parte, el problema es que construir un buen discurso requiere dedicar «algunos ratos de silla», y en nuestra acelerada vida actual tendemos a saltarnos ese paso. Lo cual es una lástima, porque, ¡la diferencia en los resultados es abismal! Además, con un poco de práctica cada vez cuesta menos ;-).